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Hoy les traigo un poco de color con estas hermosas acuarelas de Cristina Coroleu, una artista de sensibilidad única y compromiso ferviente, cuya obra está dedicada a nuestra flora autóctona.

En esta serie dejó plasmado el devenir de las flores del palo borracho, desde sus primeros brotes en enero hasta sus últimos pétalos bajo la lluvia de junio.

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ENERO. Aparecen sus flores en Buenos Aires
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FEBRERO. Una evocación a Henri Matisse
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MARZO. La plenitud de la floración, tiempo de hanami nativo
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ABRIL. Una evocación a Ōgata Kōrin
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MAYO. El panzón se despereza y suelta sus flores
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JUNIO. Abrazado por la lluvia se diluyen sus pétalos

El trabajo de Cristina Coroleu excede la pintura y abarca una gran tarea de concientización, que la llevó a dictar talleres por todo el país y organizar el “Hanami nativo”, encuentros para contemplar la floración de los árboles en la ciudad de BsAs.

Además, en 2007 inició el Proyecto Samohú, con el objetivo de preservar y difundir la flora nativa a través de la pintura, acercando su belleza a la mirada cotidiana.

Samohú es justamente el nombre originario en voz guaraní del palo borracho, y nada mejor que leer a la artista en sus propias palabras:

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“Cuando se pinta una flor por más de treinta años, ya no se la ve.

Se la siente, se la percibe.

El samohu forma parte de mi torrente sanguíneo.

La más apasionada de las flores nativas arde como hoguera en la selva, pelea con el viento y la lluvia, resiste con bravura en el cemento iluminando las calles por muchos meses.

Aún en el árbol es devorada por los pájaros e insectos atraídos por su fuego.

Ella se deja comer hasta que cae y desde un único pétalo brilla esplendente. (…)

Aquí y ahora sístole y diástole floreciendo en mi corazón.”

Pueden conocer más sobre sus pinturas y proyectos en su sitio web: www.cristinacoroleu.com.ar